Es difícil imaginar qué tan enriquecedor
puede ser hablar con alguien que sostiene un punto de vista absolutamente
distinto al tuyo hasta que hay que hacerle frente a un debate que puede incluso
cuestionar tus principios más sagrados. Por supuesto, solo puede entablarse una
discusión de este tipo partiendo de la premisa de que es imposible asumir que
existe una verdad universal cuando claramente las diferentes regiones del mundo
sostienen una creencia diferente.
Hace poco más de un año conocí a alguien a
quien aprecio muchísimo y con quien he sostenido las argumentaciones más
acaloradas y férreas de mi vida. Como quizás ustedes ya lo habrán notado soy
una feminista y él pues, es musulmán. No creo que haga falta entrar mucho en
detalle sobre la dirección hacia donde suelen encaminarse nuestras tertulias. Sin
embargo, hay algunos puntos que quisiera rescatar y compartir con ustedes, mis
amigos lectores. Siempre que se pone sobre la mesa el tema de la liberación occidental
versus el tradicionalismo oriental uno de los principales argumentos que se
trae a colación es el de las altas tasas de divorcio y embarazo juvenil que
experimentan las sociedades que han logrado deshacerse de prejuicios y roles de
género; además de una supuesta y aparente superioridad moral que también discutiré
en lo adelante.
A pesar de que no manejo con exactitud las
cifras, en honor a la verdad debo dar crédito a las aseveraciones de mi amigo:
los países árabes disfrutan de índices de divorcios y embarazos juveniles casi
nulos. Sin embargo, me resulta altamente cuestionable la validez de dichas estadísticas
para afirmar que por ello son sociedades más “morales” y justas. Hay que
empezar por el reconocimiento de que las cosas funcionan de dicha manera porque
la propia cultura ha eliminado la posibilidad de que exista una alternativa.
Las familias árabes se divorcian menos porque sus sociedades castigan el
divorcio de la misma forma en que las nuestras castigan la opresión, por
ejemplo. Las jóvenes no quedan embarazadas porque según sus tradiciones la
mujer no tiene siquiera derecho a decidir sobre cómo vivir y disfrutar su propia
sexualidad. El mantenimiento de apariencias es más importante para una cultura/religión
que persigue la perpetuación del status quo por encima de la voluntad de sus adeptos;
quienes por cierto, son musulmanes de nacimiento y es casi un pecado capital el
abandono de la religión.
La tan aclamada moral y seriedad se
convierten en una imposición cuando deberían ser una elección tomada por convicción
propia. Es una especie de
encarcelamiento social que condena cada año a millones de mujeres a vivir una
vida sobre la cual tienen poquísimo control. No sé ustedes pero yo no imagino
una esclavitud peor que ser privada del derecho a elegir y a equivocarme… por
ser mujer. Los “valores” se convierten entonces en un método de opresión social
que obligan a las mujeres a mantenerse al margen de sus circunstancias, subyugadas
ante reglas dictadas por hombres y acatando tradiciones para no tener que
sobrellevar un descredito público, el destierro o hasta la muerte.
Mi consuelo es que el mundo ha progresado
extraordinariamente en las últimas décadas y a pesar de que hay quienes se
resisten al cambio, la gran mayoría va pujando hacia un mundo donde la mujer y
el hombre disfruten de libertades plenas y derechos humanos consagrados. Nos
hemos ido acercando a sociedades en que somos valorados en la justa dimisión
de nuestras capacidades, en lugar de ser estigmatizados por tabúes retrogradas
que han servido únicamente para perpetuar la dominación de un genero sobre
otro.
Pamela Martínez Achecar
This work by Pamela Martínez Achecar is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial 3.0 Unported License.
Pamela Martínez Achecar
This work by Pamela Martínez Achecar is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial 3.0 Unported License.
Las discusiones religiosas sobre el tema de género siempre son enriquecedoras, aunque a veces desgastantes cuando son con fundamentalistas, no sólo con musulmanes, la mayoría de religiones perpetúan esa visión machista y patriarcal sobre la mujer. Hay un libro muy bueno que te recomiendo, trata sobre la imagen que la iglesia católica ha impuesto sobre la mujer. El autor es Guy Bechtel y el título del libro es "Las Cuatro Mujeres de Dios: la Puta, la Bruja, la Santa y la Tonta". Saludos desde Honduras. Luego te comparto mi blog, que lo tengo con telarañas pero el leerte motiva a seguirlo.
ResponderEliminarNo dudes que voy a buacar el libro ya mismo. Leí uno de Jessica Valenti que se llama Te Purity myth que desmantela toda la cultura se opresión que se esconde detrás de "la virginidad" presentada como una virtud. Tan pronto tengas tu blog en marcha espero lo compartas conmigo y que vengas pronto a RD! Besos.
ResponderEliminarYes! hay que compartir lecturas, genial que ahora busco ese libro que tu mencionas también. He tratado de darle nueva vida a mi blog, aún trabajo en eso, lo puedes ver en mi perfil al dar clic donde dice página web. Y pues la visita a RD, sólo será que me inviten!! jajaja. Besos
ResponderEliminarfelicidades por tu iniciativa!
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