Este año,
al igual que todos los anteriores, perder peso encabeza mi lista de metas para
el 2017, y es muy probable que también encabece la suya. Estadísticamente,
adelgazar es el principal objetivo dentro de las resoluciones de año nuevo,
junto a mejorar las finanzas y conseguir pareja.
Lamentablemente,
la preocupación por rebajar trasciende mucho mas allá de las metas de año nuevo
y las estadísticas tienen mucho que contarnos. Alrededor del 50% de las mujeres
se someten a conductas insanas para perder peso, al 70% les desagrada su cuerpo
(o al 91% dependiendo de la fuente), al 43% de los hombres también; el 90% de
las adolescentes están a dieta regularmente y la mitad de los niños ha
intentado hacer dieta en algún momento. Y por si esto fuera poco, un 94% de las
adolescentes ha sufrido de críticas o burlas por su cuerpo (lo que también se
conoce como body shaming).
Dicho en términos más sencillos, nacemos en un mundo que nos enseña a sentir vergüenza y desaprobación por nuestro cuerpo, en lugar de amor y aceptación. Las mujeres, especialmente, pasamos casi toda nuestra vida intentando vernos como modelos de lencería, cuando la realidad es que solo el 5% de las mujeres del mundo poseen este cuerpo de forma natural.
La industria para la pérdida de peso genera más de 60 billones de dólares al año en los Estados Unidos solamente. Lo que significa que hay un pequeño grupo de personas que se enriquecen del odio que profesamos día a día por nuestros cuerpos. Nos obligan a compararnos con mujeres cuyas medidas y proporciones son irreales o casi imposibles de alcanzar, entonces empezamos a medir nuestro fracaso en las pulgadas que nos separan del 90-60-90.
Desde que
tengo uso de razón, la báscula ha sido un bullie viviendo bajo mi techo y el
espejo, un enemigo mortal. Es difícil imaginar la batalla titánica que libro
contra mi propio cuerpo todos los días, en una relación love-hate que no termina
nunca. No recuerdo un solo momento en el que no haya estado a dieta, o
esperando que sea lunes para iniciar un régimen de mucha ensalada y pocas
calorías, sin mencionar las inacabables horas en el gimnasio. Aprender a
quererme ha sido una tarea desafiante y exhaustiva que no siempre he terminado
con éxito.
Hoy,
pasando factura a los años que se han quedado atrás solo puedo preguntarme qué hubiera
hecho con todo el tiempo que perdí mirándome con desprecio en el espejo, qué
hubiera hecho con todo el dinero que gasté en pastillas para quemar grasas, qué
hubiera hecho con toda la energía que puse en abrocharme la faja. Sin lugar a
dudas, hubiera podido cultivarme más, trabajando en mejorar las partes de mi que
no van a arrugarse después de los 40’s, la Pamela que realmente le da vida a
estas tortuosas 147 libras.
Por eso a ti,
que llevas años queriendo perder peso, que crees que la felicidad está a dos
tallas de distancia, que piensas que la belleza se construye en una sala de
cirugía; a ti, que vives sumiendo la barriga y que jamás te atreverías a
ponerte una minifalda; a ti, que nunca usas nada sin mangas y que jamás comes
papas fritas en público; a ti, te tengo un consejo… libérate. Haz las paces con
cada centímetro de tu cuerpo, con cada estría, con todas las celulitis de tus
piernas. Quiérete con coraje y muy a pesar de que no te sirva un X-Small.
Florece. Date la oportunidad de vivir sin odiar tu cuerpo en el proceso.
Siéntete bonita. Sonríele a la mujer que ves en tu reflejo aun si no se parece
a los ángeles de Victoria. Deja de medirte en centímetros y libras, eres mucho
más que eso. Somos mucho más que eso. Este año no necesitas perder peso, necesitas
perder los complejos…
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hahahah seamos felices comiendo ����
ResponderEliminarLa comida es buena, hace daño y envenena!!!
ResponderEliminarEscribes desde el corazón como una gran mujer autentica. Ojala y todas las mujeres pensaran y se sintieran igual, al final el único peso y medida que importa es el amor que uno se tiene hacia uno mismo, pues es lo mas importante.
ResponderEliminarTe extrañamos... escribe más!!
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