El aumento del crédito universitario de la
Universidad Autónoma de Santo Domingo de 6 a 20 pesos ha desatado una ola de
violencia y manifestaciones que obligan a cuestionarnos ó la real naturaleza de
las huelgas ó el supuesto progreso en el que los dominicanos nos hemos montado.
Los montos asignados para el pago de los
diferentes servicios ofrecidos por la universidad se han mantenido estables por
más de 30 años. Un ajuste casi insignificante en términos absolutos, aunque
debo admitir que quizás demasiado súbito, ha provocado demasiado malestar en un
país que se jacta de tener el crecimiento económico más estable de la región.
Claramente, los estudiantes de la UASD -que son la fiel representación de los
estratos más pobres de la sociedad- se han mantenido ajenos a este festín macroeconómico que inexplicablemente le
permite a unos comprar bolsos de 3,000 dólares en Blue Mall pero no pagar 20
pesos (menos que una Coca-Cola de 20 onzas) para costear su educación superior.
Me parece una aberración del pensamiento lógico
(si por alguna razón podría considerarse como tal) que se afirme que el nuevo
problema de los uasdianos es una subida de 14 pesos por crédito y que será eso
y no el creciente precio de la canasta familiar y los servicios públicos, lo
que los forzará a quedarse fuera de la universidad. El verdadero problema de
los estudiantes no radica en el precio de la matricula, que es casi un pago simbólico
comparado al precio de otras universidades nacionales e internacionales, sino
en una inflación arropadora y un nivel de desempleo que está asfixiando a
muchos dominicanos. El problema es una indexación constante de impuestos que
sumada a la inelasticidad de los salarios no puede arrojar otro resultado que
gran precariedad económica. El problema es un sistema económico y social que no
garantiza a sus ciudadanos un poder adquisitivo prudente como para permitirles
hacer frente a la nueva tarifa universitaria.
En mi opinión, la reacción provocada en los
estudiantes no es más que un terrible diagnóstico sobre una economía que se
autoproclama prospera aunque ciertamente no equitativa. No podemos cegarnos
ante expresiones tan claras de desigualdad; deberíamos orientar todo el ímpetu que
se ha vertido sobre las paredes y ventanas de la rectoría en una lucha que
persiga conquistar un poco de justicia social. Quizás así un buen día
lograremos que la mano invisible del mercado deje de firmarle cheques a las
elites mientras les regala solo una limosna a las mayorías.
Pamela Martínez Achecar.-
This work by Pamela Martínez Achecar is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial 3.0 Unported License.
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ResponderEliminarno amor :(
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