

Pero ahora voy a sacudir
el suelo bajo sus pies y les diré lo siguiente: las mujeres no son violadas
porque estén alcoholizas, porque su falda sea demasiado corta o su escote
demasiado revelador. Las mujeres son violadas porque nuestras sociedades han
criado generaciones y generaciones de hombres que creen que está bien y que es
normal aprovecharse de la vulnerabilidad de otras personas. Las mujeres son
violadas porque nadie nunca les ha dicho a los hombres que no abusen de
sustancias que puedan nublar su juicio y llevarlos a transgredir ciertos
límites. Las mujeres son violadas porque alguien las viola, así de simple. En
mi opinión, vivimos (o sobrevivimos) en una sociedad cuya idea de proteger a
las mujeres reposa en alentarlas a cuidarse (o aislarse) de los sujetos que las
amenazan, en lugar de atacar el origen de dichas amenazas. Es como dotar a las
tortugas Carey de lanzas y dejar libres a los pescadores que las cazan. Me
rehúso a creer que la famosa
filosofía de que boys will be boys
disponga de alguna validez para ser presentada como un argumento legítimo para
justificar el accionar de los hombres. Ahora bien, la ideología subyacente, de
donde nacen estas líneas de pensamiento, es mucho más compleja y se remonta a
una telaraña de falacias que, desafortunadamente, están grabadas en el subconsciente
de las personas y han servido para perpetuar relaciones de poder entre hombres
y mujeres; pero no son el tema de este artículo.
Volviendo a la cuestión
principal, culpar a víctimas de violación y exculpar a sus victimarios, me
anticiparé a responderles algo: que los violadores de Alicia (porque no puedo nombrarlos
de otra forma) hayan actuado bajo la influencia del alcohol no los libera de
culpa. Hasta donde sé, nadie nunca se ha acercado a un tribunal defendiendo ser
inocente de atropellar a una persona por haberlo hecho mientras conducía en
estado de ebriedad. Me parece aterrador que las violaciones no siempre reciban
el tratamiento de cualquier otro crimen, porque lo son, sin importar el
contexto en el que ocurra ni la relación entre los implicados. Cualquier
alegato usado para justificar o alivianar la magnitud de dichas transgresiones
solo funciona para alimentar una cultura en la que, de facto, se acepta que los
hombres sean criminales. La realidad incontrovertible es que mientras a los varones
se les permita estelarizar una cultura de violaciones, las mujeres seguirán viviendo
en sociedades del miedo. Es absolutamente necesario empoderarse de nuevos
paradigmas para alcanzar sociedades más justas y equitativas para todos. Si no
se rompen los círculos de dominación y sumisión, de agresor y víctima,
seguiremos viviendo en un mundo altamente hostil hacia las mujeres.
Si jóvenes como Alicia
siguen siendo vistas como cómplices o culpables de tragedias de las que
realmente fueron víctimas, cada vez serán más las mujeres que se sumen al
anonimato y queden sentenciadas a sufrir en silencio. Me parece que es
suficiente con tener que pasar por el trauma de una agresión sexual como para
que también los prejuicios sometan a esas mujeres a profundos sentimientos de
humillación y culpabilidad. Si bien es cierto que todos, tanto hombres como
mujeres, deben evitar estar expuestos a situaciones de vulnerabilidad, no es
menos cierto que si el respeto a la integridad de los demás fuese concebido
como una ley de convivencia innegociable, podríamos desestimar al menos la
mitad de nuestras preocupaciones. Hoy por hoy, el imaginario colectivo asigna
la violencia como una característica casi intrínseca al género masculino,
causando cierta normalización en las agresiones hacia las mujeres, con gran
énfasis en las de carácter sexual. Por ello, las mujeres se sienten
desmotivadas a ajusticiar a sus verdugos y estos a su vez se sienten
incentivados a continuar con sus conductas delictivas. Al final de cuentas, es
trabajo de todos garantizar un mundo que ofrezca tanto a hombres como mujeres
igualdad de condiciones, y sí, eso también implica que tantos unos como otras
tengan la libertad de salir a divertirse sin el temor de ser violados en el
proceso. En mi opinión y a modo de cierre, qué tan vulnerable esté una persona
no le da a nadie el derecho de violar o agredir su cuerpo, no permitan que les
digan lo contrario.
Pamela Martínez Achecar
(Artículo redactado para la Revista de Género y Ciencia de la Universidad Autónoma de Santo Domingo)
Bibliografía Consultada
- Valenti, Jessica. "Chapter 7: Public Punishments." The Purity Myth: How America's Obsession with Virginity Is Hurting Young Women. Berkeley, CA: Seal, 2009. 145-66. Ebook.
- Friedman, Jaclyn. "Unsolicited Advice for Bristol Palin: Call It Rape." Good 8 July 2011: n. pag. Good. GOOD Worldwide, LLC., 8 July 2011. Web. 2 Aug. 2012.
- Friedman, Jaclyn. "Drinking and Rape: Let's Wise Up About It." Web log post. Women ENews. Women's ENews Inc., 2007. Web. 2012.

This work by Pamela Martínez Achecar is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial 3.0 Unported License.
Excelente!
ResponderEliminarGracias \0/
EliminarExcelentisima reflexion Pam. Hablaste por mil años!! Sigue asi!!
ResponderEliminarmuchas gracias :)
Eliminar