Sentenciando Víctimas

Recuerdo que en una ocasión les hablaba a mis amigas sobre una joven -a quien llamaré Alicia- que fue violada por tres muchachos durante su viaje de promoción. Alicia tenía unos 17 años en aquel entonces y fue asaltada sexualmente por dos compañeros de clase y un bar tender de la discoteca donde habían estado bailando y bebiendo antes de que el crimen fuese perpetrado. También recuerdo que la respuesta unánime de los que comentaron el caso fue: “¿Quién la manda a estar emborrachándose? Eso ella se lo buscó.” Apuesto a que muchos de ustedes también habrán pensando lo mismo al leer la descripción del escenario en el que aconteció el delito. Yo tendré la osadía de estar en desacuerdo. Tristemente, la cultura popular entiende a los hombres como animales salvajes, incapaces de controlar sus instintos, dejando a las mujeres la tarea de protegerse de estas fieras y responsabilizarse de las consecuencias si llegasen a fracasar en el intento. Es algo así como una confusa y dinámica relación entre cazador y presa, que es considerada por muchos como normal.  Pero adivinen qué, situaciones como esta no son normales ni espontáneas, son el resultado de una sociedad paternalista y en muchos sentidos misógina, que asume como natural las agresiones, especialmente sexuales, a la vez que descarga a los hombres de cualquier culpa por la sencilla razón de ser hombres. Es un asunto de seguridad nacional entender que las mujeres no son seres vulnerables sino entes en situaciones de vulnerabilidad, que muchísimas veces son protagonizadas por machos que aún creen tener el permiso de actuar sin ningún parámetro moral. Es mi placer informarles que sin importar los factores en juego, cualquier relación sexual sostenida sin el claro consentimiento de ambas partes es una violación, en todo el sentido de la palabra.



Resulta irónico que frente a un auge de las agresiones sexuales las campañas de precaución van dirigidas hacia las posibles víctimas, en lugar de los potenciales violadores. Todos sabemos cuáles son los consejos más comunes ante estas circunstancias: no uses nada muy provocador, no hagas nada para excitar a los hombres, no andes sola, etc., etc., etc. y la explicación de esto es lamentable. Históricamente, las mujeres han sido vinculadas a la pasividad y la pureza, por lo que se les ha atribuido el rol de guardianas de la decencia y la virginidad. Por otro lado, los hombres son identificados con lo carnal y la agresividad, por lo que en gran medida su masculinidad es definida por su vida sexual. A simple vista, estas aseveraciones parecen ser inofensivas, pero la verdad es que suscitan un ambiente altamente peligroso y nocivo. Dado que las mujeres tienen la responsabilidad de ser castas y puras por su propio bien, cuando se arriesga a salirse de este marco y cometer alguna barbaridad como ser coqueta o usar un vestido demasiado ajustado o pasarse de tragos en una fiesta, es automáticamente responsabilizada de las consecuencias porque aparentemente el sentido común debió alertarles que nadie con altos niveles de testosterona podría resistirse a tal provocación. Precisamente por esto Alicia jamás llevó su caso a las cortes, pues tanto ella como su familia entendían que si bien no era causante de lo sucedido, compartía una alta cuota de responsabilidad con sus victimarios. 


Pero ahora voy a sacudir el suelo bajo sus pies y les diré lo siguiente: las mujeres no son violadas porque estén alcoholizas, porque su falda sea demasiado corta o su escote demasiado revelador. Las mujeres son violadas porque nuestras sociedades han criado generaciones y generaciones de hombres que creen que está bien y que es normal aprovecharse de la vulnerabilidad de otras personas. Las mujeres son violadas porque nadie nunca les ha dicho a los hombres que no abusen de sustancias que puedan nublar su juicio y llevarlos a transgredir ciertos límites. Las mujeres son violadas porque alguien las viola, así de simple. En mi opinión, vivimos (o sobrevivimos) en una sociedad cuya idea de proteger a las mujeres reposa en alentarlas a cuidarse (o aislarse) de los sujetos que las amenazan, en lugar de atacar el origen de dichas amenazas. Es como dotar a las tortugas Carey de lanzas y dejar libres a los pescadores que las cazan. Me rehúso a creer que la famosa filosofía de que boys will be boys disponga de alguna validez para ser presentada como un argumento legítimo para justificar el accionar de los hombres. Ahora bien, la ideología subyacente, de donde nacen estas líneas de pensamiento, es mucho más compleja y se remonta a una telaraña de falacias que, desafortunadamente, están grabadas en el subconsciente de las personas y han servido para perpetuar relaciones de poder entre hombres y mujeres; pero no son el tema de este artículo.

Volviendo a la cuestión principal, culpar a víctimas de violación y exculpar a sus victimarios, me anticiparé a responderles algo: que los violadores de Alicia (porque no puedo nombrarlos de otra forma) hayan actuado bajo la influencia del alcohol no los libera de culpa. Hasta donde sé, nadie nunca se ha acercado a un tribunal defendiendo ser inocente de atropellar a una persona por haberlo hecho mientras conducía en estado de ebriedad. Me parece aterrador que las violaciones no siempre reciban el tratamiento de cualquier otro crimen, porque lo son, sin importar el contexto en el que ocurra ni la relación entre los implicados. Cualquier alegato usado para justificar o alivianar la magnitud de dichas transgresiones solo funciona para alimentar una cultura en la que, de facto, se acepta que los hombres sean criminales. La realidad incontrovertible es que mientras a los varones se les permita estelarizar una cultura de violaciones, las mujeres seguirán viviendo en sociedades del miedo. Es absolutamente necesario empoderarse de nuevos paradigmas para alcanzar sociedades más justas y equitativas para todos. Si no se rompen los círculos de dominación y sumisión, de agresor y víctima, seguiremos viviendo en un mundo altamente hostil hacia las mujeres.

Si jóvenes como Alicia siguen siendo vistas como cómplices o culpables de tragedias de las que realmente fueron víctimas, cada vez serán más las mujeres que se sumen al anonimato y queden sentenciadas a sufrir en silencio. Me parece que es suficiente con tener que pasar por el trauma de una agresión sexual como para que también los prejuicios sometan a esas mujeres a profundos sentimientos de humillación y culpabilidad. Si bien es cierto que todos, tanto hombres como mujeres, deben evitar estar expuestos a situaciones de vulnerabilidad, no es menos cierto que si el respeto a la integridad de los demás fuese concebido como una ley de convivencia innegociable, podríamos desestimar al menos la mitad de nuestras preocupaciones. Hoy por hoy, el imaginario colectivo asigna la violencia como una característica casi intrínseca al género masculino, causando cierta normalización en las agresiones hacia las mujeres, con gran énfasis en las de carácter sexual. Por ello, las mujeres se sienten desmotivadas a ajusticiar a sus verdugos y estos a su vez se sienten incentivados a continuar con sus conductas delictivas. Al final de cuentas, es trabajo de todos garantizar un mundo que ofrezca tanto a hombres como mujeres igualdad de condiciones, y sí, eso también implica que tantos unos como otras tengan la libertad de salir a divertirse sin el temor de ser violados en el proceso. En mi opinión y a modo de cierre, qué tan vulnerable esté una persona no le da a nadie el derecho de violar o agredir su cuerpo, no permitan que les digan lo contrario. 


Pamela Martínez Achecar

(Artículo redactado para la Revista de Género y Ciencia de la Universidad Autónoma de Santo Domingo)

Bibliografía Consultada

  • Valenti, Jessica. "Chapter 7: Public Punishments." The Purity Myth: How America's Obsession with Virginity Is Hurting Young Women. Berkeley, CA: Seal, 2009. 145-66. Ebook.
  • Friedman, Jaclyn. "Unsolicited Advice for Bristol Palin: Call It Rape." Good 8 July 2011: n. pag. Good. GOOD Worldwide, LLC., 8 July 2011. Web. 2 Aug. 2012.
  • Friedman, Jaclyn. "Drinking and Rape: Let's Wise Up About It." Web log post. Women ENews. Women's ENews Inc., 2007. Web. 2012.
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